Colores… Maravillosos colores…

Siempre que vuelvo de un viaje me doy cuenta de que los colores juegan un papel muy importante en los recuerdos. Cada país tiene su color. Una vez has visitado un lugar y tu corazón le ha asignado su color, siempre que lo ves vuelven a tu mente las experiencias y sensaciones vividas. Los colores permiten viajar en el tiempo… Y no sólo los colores, a veces los olores y también los sonidos nos pueden transportar a tierras lejanas que hemos tenido la fortuna de conocer. Ahora me vienen a la cabeza los olores de la llegada del pescado en la playa de Mbour(Senegal) donde los olores nauseabundos de los restos olvidados de pescado se combinan con la magnífica visión del caos organizado en el que los jóvenes corren por la playa para poder descargar cuanto más pescado mejor y ganarse el jornal. ¿Y quién no recuerda después de haber estado allí la llamada a la oración de las mezquitas en los países musulmanes?

Pero esto iba de colores y me estoy yendo por las nubes. Os estaba contando como cada viaje que he hecho me ha dejado su color. De este modo, Costa Rica es indiscutiblemente verde. El verde y la abundancia de agua por todas partes son los recuerdos más vivos que tengo. Y podríamos añadirle el naranja intenso, de los picos de los tucanes, aquellas aves imposibles que parecen ser en dos dimensiones, como si fueran dibujos animados. El verde también es un color que se lo disputa Sri Lanka, pero con una intensidad menor. La ‘pequeña África’, la lágrima de India, es verde por todas partes. Tailandia también se encuentra en la gama de verdes, aunque sus playas en ocasiones nos pueden hacer pensar en el azul turquesa que predomina en sus aguas. Pero en Tailandia hay otro color, éste más relacionado con las creencias humanas que con la naturaleza: el dorado de sus budas.

El daurat dels budes en totes les seves postures també podria ser el color de Thailandia

El dorado de los budas en todas sus posturas también podría ser el color de Tailandia

La verdor de Costa Rica als peus del volcà Arenal

El verde de Costa Rica a los pies del Volcán Arenal

Sri Lanka, amb els seus camps de te verd intens

Sri Lanka, con sus campos de té de color verde intenso

Jordania tiene el color del trigo que tanto me impactó cuando subimos al Monte Nebo, desde donde según las escrituras, Moisés, con 120 años de edad y después de 40 años de éxodo desde Egipto guiando a su pueblo, pudo divisar la tierra prometida al otro lado del fértil valle del río Jordán. Siempre me han maravillado las leyendas y es indiscutible que la Biblia está llena de ellas, independientemente de si creemos o no. En Jordania hay otro color que asignar: el rosa. El rosa intenso con aguas de la piedra que conforma uno de los lugares más impresionantes del mundo: la ciudad de Petra, la ciudad perdida de los Nabateos.

El color blanc trencat de la sorra de la zona de la vall del Jordà a Jordània

El color blanco roto de la arena en la zona del valle del Jordán, en Jordania

La meravellosa Petra amb la seva pedra rosa de totes les tonalitats

La maravillosa Petra con su piedra de todas las tonalidades de rosa

Y nos vamos para África, la tierra de los colores, la tierra cálida y acogedora que me ha robado el corazón. El color que más me impactó en Senegal fue el rojo, el rojo de la tierra que los locales dicen que está teñida por la sangre derramada. Marruecos tiene el color ocre de las dunas del desierto en Merzouga, donde el desierto se vuelve espejismo que atrapa las miradas. El magnífico Egipto tiene el color intenso de la salida del sol, de Ra, uno de sus dioses más importantes, el color de la piedra de las pirámides. Y Etiopía… ¡Oh! Etiopía tiene colores diferentes, en el sur es rojo del barro con el que las mujeres de la etnia Hammer se hacen las trenzas, al norte es de color blanco, el blanco de los pañuelos con los que los fieles ortodoxos etíopes se cubren para ir hacia la ceremonia de la misa. Botswana tiene un color dorado claro, efecto de la arena blanquecina que le regala el Kalahari a la sabana, el color del manto de los grandes felinos que habitan en ella, los leones.

El sol de la tarda banya les dunes daurades del desert de Merzouga a Marroc

El sol de la tarde baña las dunas doradas del dexierto de Merzouga en Marruecos

El blanc dels fidels del nord d'Etiòpia anant a missa pietosos

El blanco de los fieles del norte de Etiopía acudiendo con piedad a la ceremonia

Color xocolata en els cabells de les dones Hammer del sud d'Etiòpia a la vall del riu Omo

Color chocolate en el pelo de las mujeres Hammer del sur de Etiopía, en el valle del Omo

Madagascar pertenece a mi adorada África. Únicamente la separan 400 km del continente de los colores pero por lo que se dice en realidad es un mundo a parte. La cuarta isla más grande del mundo y la más grande de África, con un territorio similar a la península ibérica y con una capital de nombre imposible de memorizar (Antananarivo) pero que disfruta de un nombre de amiga, Tana, con la que los locales y los que alguna vez han sentido curiosidad por ella la llaman cariñosamente. Es bonito que una ciudad tenga un nombre ‘para los amigos’. De hecho, mi ciudad también lo tiene: Barcelona es conocida coloquialmente como Barna (aunque los extranjeros la conozcan como Barça…).

De mayoría cristiana y con una pequeña comunidad musulmana al norte, aún sobreviven religiones animistas que las grandes religiones monoteístas intentan seducir. No lo consiguen, las raíces de las creencias ancestrales están muy profundas en las almas de estas poblaciones. Siguen sacrificando cebúes en honor a sus dioses animistas. De hecho, las tradiciones son tan fuertes que dicen que la supervivencia de los lémures, uno de los animales más emblemáticos de la isla, es gracias a las supersticiones… Comer carne de lémur es tabú para la sociedad malgache, nombre con el que se conoce la gente que habita en la gran isla roja. Me sorprendió la procedencia del nombre del lémur. El lémur era un fantasma o un espíritu en la mitología romana. Parece ser que estos pequeños primates gritan por la noche y por ello los consideraron merecedores de este apelativo. Son unos primates especiales que únicamente se encuentran en Madagascar de forma endémica. Dicen que cuando llegas a Madagascar ves tantos que su observación con los días se convierte en algo tan normal como ver una paloma. Dudo que mi cámara opine lo mismo y hasta que no consiga ‘la mirada’ del lémur no me cansaré de disparar.

Los lémures tienen un depredador principal, el fosa, al que atribuyen una naturaleza demoníaca. ¿Tendré la suerte de ver alguno? Dice la leyenda que cuando lamen la cara de los humanos éstos entran en un estado de somnolencia tal que les permite arrancarles los intestinos. También dicen que siempre que pueden raptan bebés. ¿Quizás por eso les otorgaron el papel de los malos en la película de animación Madagascar? Parecen felinos pero no lo son. No hay grandes felinos salvajes en Madagascar. Sabiendo que no son felinos, podríamos pensar que son familia de los cánidos como sus vecinas las hienas, pero tampoco es así. De hecho son parientes de las mangostas y son el representante de mayor tamaño de esta familia. Una de las características más fascinantes de Madagascar: hay especies absolutamente únicas que han evolucionado separadas del resto del continente.

Es también muy conocida la avenida de los baobabs. En mi primer viaje a África, a Senegal, me quedé absolutamente impresionada con las dimensiones de los baobabs. En Madagascar hay seis especies de baobabs que únicamente crecen allí. Una de ellas es la que tiene forma de botella, que acostumbra a aparecer en cualquier imagen de Madagascar (junto con el lémur) como emblema de la isla. Parecen árboles diseñados para decorar una obra de teatro infantil. ¡Tener uno delante tiene que ser magnífico!

Els baobabs de l'Àfrica continental son ben diferents dels de Madagascar. En aquesta imatge, un baobab de Botswana

Los baobabs de la parte continental de África son distintos de los de Madagascar. En esta imagen un baobab de Botswana

Madagascar se separó de África hace 92 millones de años, un tiempo que resulta imposible de dimensionar para mi cabeza. Este aislamiento del continente posibilitó una evolución independiente de muchas especies de animales y plantas, y por este motivo es uno de los puntos más especiales para la observación de fauna y flora del mundo. Esto no pasó desapercibido para Charles Darwin, el naturalista inglés que habló por primera vez de la evolución de las especies. Darwin era un apasionado de las orquídeas, unas plantas que han desarrollado un sistema muy sofisticado para conseguir su polinización. Producen muy poco polen para poder ahorrar energía y eso se traduce en que tienen que ser tremendamente eficientes. Tienen una gran especialización para atraer a determinados tipos de insectos que diseminen el polen para poder reproducirse. La orquídea de Madagascar (Anagraecum sesquipedale) le quitó el sueño a Darwin durante muchos años, de hecho incluso le costó burlas. Tiene un receptáculo para el néctar tremendamente largo y Darwin postuló que tenía que existir una mariposa en Madagascar que hubiese desarrollado una trompa lo bastante larga como para llegar al fondo del receptáculo, de unos 30 centímetros. Sus colegas se rieron de su teoría pero con los años se descubrió que efectivamente tenía razón, la mariposa existía  (Xanthopa morganii praedicta – praedicta porque Darwin la predijo…) y con este descubrimiento se sentaron las bases para definir la coevolución: la evolución de dos o más especies adaptándose la una a la otra para poder sobrevivir.

Siempre me gusta conocer ni que sea un poquito la historia de los lugares a los que viajo. En el caso de Madagascar, la verdad es que la historia me era totalmente desconocido. Los primeros en llegar a sus costas curiosamente no fueron humanos procedentes del continente africano sino que fueron gentes que embarcaron en un largo viaje de más de 5000 kms por el mar desde Indonesia. Por este motivo, los rasgos faciales y el idioma tienen un origen asiático y no africano. Sorprende, ¿verdad? Se protegen la piel con una mezcla de arena y plantas, algo que se hace por todas las costas del Índico. Trajeron sus animales domésticos, entre ellos los cebúes. Fue mucho más tarde cuando llegaron también humanos de etnia bantú procedentes del continente africano. Los persas y árabes llegaron a Madagascar en la edad media. Lo hicieron con una especie de falucas, muy similares a las embarcaciones que navegan por el Nilo. Hoy los pescadores malgaches todavía los utilizan para trabajar en sus costas. De hecho fueron los árabes quienes dieron el nombre a Madagascar, procede de Al madina gaskaria, que significa ‘la ciudad bonita’, ¿no lo encontráis mágico? Los piratas europeos también hicieron maldades y Madagascar no se libró del comercio de esclavos. Españoles, franceses, británicos y portugueses se intentaron instalar allí, pero la población nativa se resistió con éxito. Finalmente se convirtió en colonia francesa (por eso el francés es idioma oficial después del malgache). En 1960 consiguió su independencia. Desde entonces han habido revueltas, golpes de estado y gobiernos de dudosa legitimidad. Parece que la transición hacia una democracia plena es complicada en todo el continente africano, incluida su isla más grande.

A Madagascar la llaman la Isla Roja. Me pregunto qué habrá llevado a darle este color. Dicen que es como un continente en miniatura en el que se pueden ver desde desiertos hasta selvas tropicales.¿Se querrá apoderar Madagascar del color rojo? ¿Será un rojo de sangre como explicaban en Senegal? Siempre he querido ir a Madagascar a conocer esta maravilla que fusiona culturas africanas y asiáticas y en la que hay una diversidad natural única. Sospecho que si al volver os cuento que Madagascar es rojo, será el rojo intenso de un rubí que guardaré para siempre en el pequeño joyero que es mi corazón. Estoy totalmente segura de que Madagascar, este destino soñado, acabará enamorándome, y os l o explicaré con todo lujo de detalles para conseguir que vosotros también os enamoréis.